La gestión de las emociones, clave del éxito empresarial

La gestión de las emociones, clave del éxito empresarial

Por: Sandra Rocio Mateus

Lo esencial es invisible a los ojos”, diría el eterno joven Principito de Antoine Saint Exupery. En el caso de las emociones, esta frase sí que se aplica, no sólo a nivel personal, sino en el ámbito corporativo y se constituye en un desafío, tanto de las áreas de recursos humanos, como de quienes lideran una organización.

Antes de abordar el tema a nivel empresarial, seamos sinceros, en muchos escenarios, cuando se habla de emociones, se piensa que es para “sensibileros”. Bajo esa interpretación no se entendería el que se diga que la inteligencia emocional es útil en tiempos de bonanza e imprescindible en tiempos de crisis. Bien lo decía el padre de la inteligencia emocional, Daniel Goleman, “el éxito de las personas en las organizaciones no depende sólo de sus habilidades o de su inteligencia medida como coeficiente intelectual (IQ), sino del manejo de las emociones y las relaciones interpersonales, que conforman el coeficiente emocional (EQ). De hecho, el desarrollo de la inteligencia emocional explicaría por qué muchas veces personas inteligentes fracasan, en tanto otras progresan”.

Una inteligente gestión de las emociones es lo que diferencia a empresas productivas que cumplen objetivos con alto nivel de satisfacción y compromiso de quienes forman parte de ella, de aquellas que llegan mes a mes rozando de cerca los indicadores y apagando incendios de insatisfacción laboral. No se trata de tristezas, rabias o alegrías personales pasajeras, sino de estados de ánimo permanentes que se contagian entre los diferentes equipos de trabajo y llevan a respirar frustración o resentimiento y motivación o ambición.

Las emociones pueden poner en serios problemas a una organización, en ocasiones son como algunos tipos de cáncer: cuando los ojos lo detectan es porque ya ha inundado el cuerpo y hay muy poco por hacer. Las conversaciones que sostienen estados de ánimo que no crean posibilidad se van ventilando en los pasillos, en los almuerzos, pero nadie les presta atención ni les da el valor que corresponde.

Similares a un virus

Hoy sabemos que las emociones se contagian como si fueran un virus. ¿Y por qué se contagian? Entre otras razones, porque las empresas son una red de conversaciones y emociones. A través de la conversación, la alta gerencia hace sus pedidos de objetivos y sus equipos de trabajo manifiestan acuerdos, y estas conversaciones siempre están atadas a una carga emocional.

El primer trabajo a realizar es detectar el origen del virus. Puede que esté en un empleado (o más de uno), pero también puede que se haya gestado en los niveles de la alta dirección. El siguiente paso será aplicar la intervención correspondiente, que podría ser tan puntual como una conversación para entender a la persona que lo está causando o tan complejo como detectar un alto nivel de analfabetismo emocional, que lleve a desarrollar un programa de formación y coaching en esta línea, tanto para directivos como para empleados.

Gestionar emociones en la empresa requiere de conocimiento, hábito y deseo. Conocimiento de las técnicas para detectar, reconocer y manejar ―no se lea esta última acción como controlar o manipular, sino conectar― las emociones en los equipos de trabajo. Hábito porque no se trata de acercarse sólo para apagar incendios y deseo para que el círculo se cierre.

Si los integrantes de la empresa no pueden funcionar juntos, si les falta iniciativa, vinculación o cualquier otra aptitud emocional, la inteligencia colectiva se perjudica. ¿Qué hacer? El área de recursos humanos es un faro, así que no queda más que tener el radar emocional encendido y propender por ambientes donde se cultiven espacios de confianza y conversaciones de valor.

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